Como consecuencia de la readaptación y reestructuración que se está produciendo en los últimos tiempos en el tejido empresarial, especialmente en las Entidades Financieras, ajustando su dimensión a la capacidad productiva, ha llegado a mis oídos que algunos empresarios están aplicando un estilo de dirección de palo y zanahoria, o mejor dicho de palo o zanahoria, consistente en que, o resultas premiado si, al final del periodo computable, has alcanzado objetivos o, por el contrario, te enfrentas a la carta de despido si no los has conseguido.
Un estilo de dirección tan radical como el descrito sólo podría ser admisible, y aún así tengo serias dudas, en una coyuntura de emergencia y por un periodo transitorio muy corto, nunca como un sistema recurrente, con vocación de permanencia.
Si se tiene sobre la cabeza una espada de Damocles como ésta, sometiendo a tal magnitud de presión a una persona, puede provocar nada más que reacciones negativas:
· Puede producir parálisis mental del trabajador, obnubilándose su mente e impidiendo que realice su gestión con la serenidad y cabeza fría que se requiere.
· Obsesionándose por el deseo de conseguir sus objetivos a cualquier precio, puede ceder a la tentación de perpetrar determinados “trucos” como, por ejemplo, llegar a un apaño con un cliente para, inmediatamente antes del cierre de campaña, hacer un fuerte pedido o un depósito de dinero si estamos hablando de entidades financieras para, un día después de finalizar el periodo computable, anular el pedido o retirar el depósito.
· Puede cerrar operaciones anti rentables para su empresa, las mismas que no formalizaría en circunstancias normales.
· Bajo esta presión, cabe la posibilidad de que traicione a algún compañero, “robándole” alguna operación que aquél estaba a punto de cerrar con un cliente.
· Para alcanzar las cifras de producción, puede forzar al cliente a comprar o contratar productos que, claramente, no son los más idóneos para su perfil.
· La atención al público puede pasar de la amabilidad a la agresividad y a la descortesía y mala educación, en el caso de que el comercial vea que se aleja la posibilidad de éxito en el cierre de la operación.
· El apego, fidelidad, implicación y lealtad que todo trabajador debe a su empresa se verá ostensiblemente mermado por este régimen autoritario.
· La motivación del trabajador, bajo este sistema de dirección, será fuerte, pero en sentido negativo.
· El talento del empleado será desaprovechado, no pondrá todo su conocimiento y creatividad al servicio de la empresa, limitándose a alquilar su trabajo.
· El entusiasmo e ilusión por el trabajo brillará por su ausencia, con el impacto negativo en el rendimiento.
Implantar un estilo de dirección autoritario de palo o zanahoria es síntoma de un empresario desesperado, de una desmedida prepotencia del líder, o de un complejo de inferioridad del directivo que desea disfrazar de esta forma su incompetencia.
Aunque la situación de una empresa sea de emergencia, lo mejor es transmitir información veraz y transparente, trasladándola a los empleados para que sean conscientes de la situación y haciendo piña, aportando su responsabilidad y esfuerzo, intentar sacar de apuros su empresa, que todos deben sentir como suya.
Durante toda mi vida laboral, he trabajado en una empresa que, sin llegar al paternalismo, ha practicado una política de Recursos Humanos bastante cercana, con grandes dosis de flexibilidad, con total respeto a los derechos de sus trabajadores y en una línea de mejora constante en las condiciones de trabajo, por eso hemos sido muchos los que hemos sentido “la camiseta” y hemos querido, sinceramente, a nuestra empresa.
Es triste comprobar la existencia de organizaciones que, olvidando poner en el centro a su personal, juntamente con el cliente, ejecutan estrategias diametralmente distintas, que no pueden conducir más que a la desaparición de la empresa en un horizonte temporal no demasiado lejano.
Sostengo que, en toda organización, directivos y empleados tienen que estar tensionados, pero con una tensión sana. Hay dos conceptos de presión, una positiva y otra negativa. Para ilustrar la primera, pondré el ejemplo del ciclista que, disputando una contrarreloj, lleva detrás el coche del director, quien no para de alentarle para que no baje el ritmo y, apretando los dientes, se vacíe y dé lo mejor de sí mismo. La segunda consiste vivir continuamente bajo la amenaza de que o cumples o te echo. ¿Cómo se puede trabajar de este modo?